Envejecer no es morir. Porque a diario mueren todos, los jóvenes, los niños, los adultos, los bebés y los que no pudieron ver la luz del día.
Envejecer no es morir. Es tan sólo poder ver la vida un poco más. Es poder contar mejores historias, más profundas, más descabelladas, mas antiguas e inverosímiles.
Envejecer no es morir. Porque para morir solo se necesita estar vivo, pero el que puede llegar a viejo y contar la historia, es un héroe de mil batallas. Es un guerrero que ha visto a muchos quedar en el camino. Es un faro aún visible que puede iluminar a otros con la luz de la experiencia.
Si las lágrimas de los viejos pudieran hablar...te dirían cosas profundas, te compartirián sentimientos tan reales, tan sentidos.Sus lágrimas reflejan la frustración, el abandono, el olvido, pero también la risa y la sonrisa del deber cumplido.
Envejecer no es morir. Es vivir distinto, que es diferente. El joven anhela el bullicio, el viejo el silencio. El joven no quiere escuchar, el viejo puede escuchar con atención y paciencia, hasta los disparates, sin burlarse de tí.
El viejo tiene mucho para decir, pero pocos quieren escucharle. El joven es escuchado, aunque a veces no halla que decir.
Si escucharas más a los viejos, serías mas sabio. Pero a veces prefieres escuchar a aquel que con una cara joven y bella, profiere huecas tonteriás.
Envejecer no es morir. Es ver la vida con mas calma, sin tanta apariencia vacía. Es disfutar a conciencia los pequeños detalles. Agradecer lo mas simple, como la salud o los amigos.
Envejecer no es morir, porque ya muchos se murieron y no pudieron siquiera experimentar la dulzura de alzar un nieto en sus brazos.
Los viejos fueron testigos de momentos únicos que solo podemos conocer a través de sus miradas, de sus palabras, de sus relatos.
Muere el que se tiene que morir, pero el viejo, está muy vivo, aunque la muerte lo inquiete.
El muerto es muerto, y el viejo es viejo, pero el viejo, mientras viva, valdrá la pena escucharlo y disfrutar su compañia.
Envejecer no es morir, es vivir un poco más largo.
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miércoles, 28 de octubre de 2015
Desierto
Sobreviviente... testigo distante. Alguien que pareciera ver su propia vida, desde afuera, como alguien que ya no está presente.
¿Donde esta mi corazón? ¿Donde están mis sueños? ¿Se los llevó el frío de la derrota? ¿Los robó el olvido o la indiferencia?
¿Vivo... por vivir?... ¿Y el amor? Perdiste la esencia en medio de la prisa. Corriendo en linea recta hacia un objetivo difuso, confuso, disuelto en un horizonte de un desierto que encandila la mirada.
El desierto, cruel e ineludible. Obstáculo natural de mi existencia. Te atraviesa y lo atraviesas. Tan real, sublime y asfixiante, Limpio el sudor de mi frente. La arena no se inmuta, ajena a mi pesar se extiende y me envuelve con su abrazo fugaz.
Arena... compañera fiel de las tristezas de los navegantes y caminantes errabundos. Dime una pista, dame un ligero esbozo del próximo destino, preguntale al viento si oyó mencionar mi nombre a las aves que migran por la vida.
Noche... ¿Ocultaste hoy la luna a propósito? No quieres que vea las estrellas que guiñan sus grandes ojos, como queriendome decir algo, un secreto con señales de humo. No quisiste que la luna me hiciese compañia. Tal vez pensaste que necesitaba estar solo, pero ya el día seco fue suficiente.
El desierto alberga mi tienda y trato de abrigarme un poco. Al fondo escucho un grupo de gente que se aleja...transeúntes, algunos niños que ríen, un perro que los sigue. Se alejan...hoy extrañé a la luna.
Arena.. arrancas mis lágrimas, pero no te guardo rencor. Agradezco al sol que secó las esperanzas viejas, pues los retoños han logrado florecer.
Es madrugada y un ligero rocío toca a mi tienda, despertándome. Parto de aquel lugar. Camino otro poco, paso a paso, anhelo el agua otra vez. Miro al cielo y una nube presagia que más allá de la oscura noche, existe una fuente que saciará mi sed.
Camino otro poco más...
¿Donde esta mi corazón? ¿Donde están mis sueños? ¿Se los llevó el frío de la derrota? ¿Los robó el olvido o la indiferencia?
¿Vivo... por vivir?... ¿Y el amor? Perdiste la esencia en medio de la prisa. Corriendo en linea recta hacia un objetivo difuso, confuso, disuelto en un horizonte de un desierto que encandila la mirada.
El desierto, cruel e ineludible. Obstáculo natural de mi existencia. Te atraviesa y lo atraviesas. Tan real, sublime y asfixiante, Limpio el sudor de mi frente. La arena no se inmuta, ajena a mi pesar se extiende y me envuelve con su abrazo fugaz.
Arena... compañera fiel de las tristezas de los navegantes y caminantes errabundos. Dime una pista, dame un ligero esbozo del próximo destino, preguntale al viento si oyó mencionar mi nombre a las aves que migran por la vida.
Noche... ¿Ocultaste hoy la luna a propósito? No quieres que vea las estrellas que guiñan sus grandes ojos, como queriendome decir algo, un secreto con señales de humo. No quisiste que la luna me hiciese compañia. Tal vez pensaste que necesitaba estar solo, pero ya el día seco fue suficiente.
El desierto alberga mi tienda y trato de abrigarme un poco. Al fondo escucho un grupo de gente que se aleja...transeúntes, algunos niños que ríen, un perro que los sigue. Se alejan...hoy extrañé a la luna.
Arena.. arrancas mis lágrimas, pero no te guardo rencor. Agradezco al sol que secó las esperanzas viejas, pues los retoños han logrado florecer.
Es madrugada y un ligero rocío toca a mi tienda, despertándome. Parto de aquel lugar. Camino otro poco, paso a paso, anhelo el agua otra vez. Miro al cielo y una nube presagia que más allá de la oscura noche, existe una fuente que saciará mi sed.
Camino otro poco más...
miércoles, 20 de mayo de 2015
El día que Sebas despertó
Sebastián se había levantado un poco tarde ese día.Solo pudo conciliar el
sueño en las primeras horas del día. Navegaba incesantemente en las
redes sociales, tratando de encontrar algo novedoso, algo que llamara
fuertemente su atención. Era una búsqueda diaria que no hallaba fin.
Ingresaba a su perfil en Facebook y leía por horas comentarios, miraba
fotos de personas que tal vez en su vida jamás llegaría a conocer.
Estaba ensimismado en ese mundo virtual, tal vez esperando que le
proveyese alguna satisfacción más allá del chiste fácil, la crítica
indolente contra los gobernantes de turno, las causas nobles como la
protección de las ballenas o algun otro animal en vía de extinción.
Ese día no quiso salir de la cama. Trabajaba un una oficina virtual, actualizando páginas por internet o dictando clases a través de una cámara web. Aún tenía pizza del día anterior, por lo que desayunó con un pedazo ya endurecido y un poco de refresco que tenía en la nevera. Llevaba más o menos una semana sin salir de casa y no se acordaba con exactitud qué día era. No importaba. No estaba supeditado al horario tradicional que su sociedad, en su mayoría, aún lograba sostener.
Se levantó a eso del mediodía y decidió que su almuerzo sería otro pedazo de pizza, pero prefirió calentarla un poco en el horno microondas. Ya no sabía igual. Nuevamente entró a las redes sociales, esperando encontrar a aquella chica bella, de ojos azules profundos, de cuerpo esbelto y sonrisa amplia, de chistes ligeros pero que publicaba imágenes de paisajes remotos, en lugares exóticos. Tal vez era una chica misteriosa, con un mundo de conocimientos, de locuras por vivir, de sueños por conquistar. La esperó durante un par de horas, viendo que se conectara a través del chat, pero finalmente no apareció. Sebastián pensó que ella había optado por permanecer oculta, pues estaría hastiada de tener tantos admiradores. Aparecía con 10.000 seguidores, pero eso no lo amilanaba. No perdía la esperanza de conocerla en vivo y en directo. Ya en una ocasión él había podido establecer una conversación. Una corta conversación pero era algo esperanzador. Él le dijo: Hola y ella respondió con una carita feliz. Luego él le dijo bye, y ella dijo ¡Chao! Era la conversación más larga que había podido lograr con ella, ya que en otras ocasiones, Sebastián tan solo había iniciado la conversación, pero la respuesta de ella se hacía esperar.
- Debe ser una chica muy ocupada- pensó Sebastián.
Luego se dispuso a actualizar una página que hacía un buen tiempo no tenía movimiento. Su cliente le había llamado y le hizo el reclamo por su tardanza. Sebastián era muy hábil con su computador e hizo el trabajo en una hora. Luego estuvo jugando el resto de la tarde en su PlayStation hasta que se sintió agotado. Luego regreso a la red social, y miró a sus contactos, a los que estaban conectados, tal vez para iniciar alguna conversación casual que lo sacase de la monotonía. Tenía muchos contactos, pero no vio algún amigo, alguien a quien le tuviera confianza, o con quien tuviese un pretexto para iniciar una conversación. Tampoco la chica de ojos azules profundos se había conectado.
Era otra noche más y el día había pasado rápidamente. No se había dado cuenta en realidad si la luz del sol se había asomado, pues ese día no abrió las cortinas. La luz artificial fue su compañia y solo se dió cuenta que era de noche cuando encendió el televisor y vio su programa favorito de las ocho. Era un programa que mostraba los lugares más extraordinarios alrededor del mundo. Le encantaba la naturaleza. Ver los rios, los océanos, la diversidad de especies animales, y también las costumbres de otros países. Así fuese por lo menos verlos en televisión. Veía comidas exóticas pero ignoraba su sabor. Veía aguas cristalinas pero ignoraba lo que se podría sentir sumergirse en ellas. Veía gente pero no sabía si de alguna manera podría tener una conversación con ellos.
Miró su reloj y se dió cuenta que ya era la medianoche. Se levantó, fue al baño y miró su rostro en el espejo. Tenía una barba de varios días y no se acordaba si se había bañado recientemente. Enjuagó su rostro, se lavó los dientes y se sintió cansado. Muy cansado. Estaba agotado y no sabía de qué en realidad. A pesar de eso se conectó una vez más, esperando ver de nuevo a la mujer de sus sueños, la chica esbelta de ojos profundos, la de 10.000 fans. Sorpresivamente ella estaba on-line y de inmediato la saludó:
- Hola
- Hola-, le respondió.
- ¿Cómo estás?-, escribió Sebastián. Pero ya ella nunca más habría de responder. Esa fue la última "conversación" que tuvo con ella.
Esa noche Sebastián durmió profundamente. Estaba realmente cansado. Tuvo un sueño y en el sueño veía que estaba volando como un ave. Sentía que su cuerpo flotaba en las alturas y que estaba en un lugar muy bello. Volaba sobre una playa hermosa, con un mar tranquilo, sereno, plácido. Se elevó un poco mas y pudo ver algunos buques que llegaban a un puerto, muchas personas caminaban cerca y otros se deleitaban comiendo frutas jugosas. Avanzó otro poco a medida que descendia y pudo ver una playa casi vacía, donde jugaban algunos niños con una pelota de colores. Pudo ver otras personas descansando, mirando al mar, mientras la brisa recorría sus cuerpos. Allí aterrizó. Empezó a caminar y sus pies descalzos dejaban huellas en la arena cerca al mar. Caminaba muy lento, pero sus sentidos estaban muy sensibles, atentos al sonido de las olas y las gaviotas, al calor del sol y al olor del trópico.
Sebastián se despertó temprano, como pocas veces lo había hecho. Eran apenas las cinco de la mañana. Sintió que una paz lo inundaba y se sintió vivo de nuevo. Fue al baño, tomó una ducha fría y comió algo ligero. De repente, buscó un morral que tenía guardado y alistó unas prendas que tenía aún limpias. Salió de su casa y empezó a caminar sin un rumbo fijo. Tan solo quería encontrar esa playa y ver ese mar y estar allí. Quería vivir allí por siempre. Ese fue el día en que Sebastián se desconectó.
Elaborado para el I Concurso de relato breve: "El dios tecnología ", Club de Escritura Fuentetaja, Febrero 2013
Ese día no quiso salir de la cama. Trabajaba un una oficina virtual, actualizando páginas por internet o dictando clases a través de una cámara web. Aún tenía pizza del día anterior, por lo que desayunó con un pedazo ya endurecido y un poco de refresco que tenía en la nevera. Llevaba más o menos una semana sin salir de casa y no se acordaba con exactitud qué día era. No importaba. No estaba supeditado al horario tradicional que su sociedad, en su mayoría, aún lograba sostener.
Se levantó a eso del mediodía y decidió que su almuerzo sería otro pedazo de pizza, pero prefirió calentarla un poco en el horno microondas. Ya no sabía igual. Nuevamente entró a las redes sociales, esperando encontrar a aquella chica bella, de ojos azules profundos, de cuerpo esbelto y sonrisa amplia, de chistes ligeros pero que publicaba imágenes de paisajes remotos, en lugares exóticos. Tal vez era una chica misteriosa, con un mundo de conocimientos, de locuras por vivir, de sueños por conquistar. La esperó durante un par de horas, viendo que se conectara a través del chat, pero finalmente no apareció. Sebastián pensó que ella había optado por permanecer oculta, pues estaría hastiada de tener tantos admiradores. Aparecía con 10.000 seguidores, pero eso no lo amilanaba. No perdía la esperanza de conocerla en vivo y en directo. Ya en una ocasión él había podido establecer una conversación. Una corta conversación pero era algo esperanzador. Él le dijo: Hola y ella respondió con una carita feliz. Luego él le dijo bye, y ella dijo ¡Chao! Era la conversación más larga que había podido lograr con ella, ya que en otras ocasiones, Sebastián tan solo había iniciado la conversación, pero la respuesta de ella se hacía esperar.
- Debe ser una chica muy ocupada- pensó Sebastián.
Luego se dispuso a actualizar una página que hacía un buen tiempo no tenía movimiento. Su cliente le había llamado y le hizo el reclamo por su tardanza. Sebastián era muy hábil con su computador e hizo el trabajo en una hora. Luego estuvo jugando el resto de la tarde en su PlayStation hasta que se sintió agotado. Luego regreso a la red social, y miró a sus contactos, a los que estaban conectados, tal vez para iniciar alguna conversación casual que lo sacase de la monotonía. Tenía muchos contactos, pero no vio algún amigo, alguien a quien le tuviera confianza, o con quien tuviese un pretexto para iniciar una conversación. Tampoco la chica de ojos azules profundos se había conectado.
Era otra noche más y el día había pasado rápidamente. No se había dado cuenta en realidad si la luz del sol se había asomado, pues ese día no abrió las cortinas. La luz artificial fue su compañia y solo se dió cuenta que era de noche cuando encendió el televisor y vio su programa favorito de las ocho. Era un programa que mostraba los lugares más extraordinarios alrededor del mundo. Le encantaba la naturaleza. Ver los rios, los océanos, la diversidad de especies animales, y también las costumbres de otros países. Así fuese por lo menos verlos en televisión. Veía comidas exóticas pero ignoraba su sabor. Veía aguas cristalinas pero ignoraba lo que se podría sentir sumergirse en ellas. Veía gente pero no sabía si de alguna manera podría tener una conversación con ellos.
Miró su reloj y se dió cuenta que ya era la medianoche. Se levantó, fue al baño y miró su rostro en el espejo. Tenía una barba de varios días y no se acordaba si se había bañado recientemente. Enjuagó su rostro, se lavó los dientes y se sintió cansado. Muy cansado. Estaba agotado y no sabía de qué en realidad. A pesar de eso se conectó una vez más, esperando ver de nuevo a la mujer de sus sueños, la chica esbelta de ojos profundos, la de 10.000 fans. Sorpresivamente ella estaba on-line y de inmediato la saludó:
- Hola
- Hola-, le respondió.
- ¿Cómo estás?-, escribió Sebastián. Pero ya ella nunca más habría de responder. Esa fue la última "conversación" que tuvo con ella.
Esa noche Sebastián durmió profundamente. Estaba realmente cansado. Tuvo un sueño y en el sueño veía que estaba volando como un ave. Sentía que su cuerpo flotaba en las alturas y que estaba en un lugar muy bello. Volaba sobre una playa hermosa, con un mar tranquilo, sereno, plácido. Se elevó un poco mas y pudo ver algunos buques que llegaban a un puerto, muchas personas caminaban cerca y otros se deleitaban comiendo frutas jugosas. Avanzó otro poco a medida que descendia y pudo ver una playa casi vacía, donde jugaban algunos niños con una pelota de colores. Pudo ver otras personas descansando, mirando al mar, mientras la brisa recorría sus cuerpos. Allí aterrizó. Empezó a caminar y sus pies descalzos dejaban huellas en la arena cerca al mar. Caminaba muy lento, pero sus sentidos estaban muy sensibles, atentos al sonido de las olas y las gaviotas, al calor del sol y al olor del trópico.
Sebastián se despertó temprano, como pocas veces lo había hecho. Eran apenas las cinco de la mañana. Sintió que una paz lo inundaba y se sintió vivo de nuevo. Fue al baño, tomó una ducha fría y comió algo ligero. De repente, buscó un morral que tenía guardado y alistó unas prendas que tenía aún limpias. Salió de su casa y empezó a caminar sin un rumbo fijo. Tan solo quería encontrar esa playa y ver ese mar y estar allí. Quería vivir allí por siempre. Ese fue el día en que Sebastián se desconectó.
Elaborado para el I Concurso de relato breve: "El dios tecnología ", Club de Escritura Fuentetaja, Febrero 2013
domingo, 29 de marzo de 2015
Si pudiese retroceder el tiempo
Si pudiese retroceder el tiempo habría muchas cosas que haría de nuevo, pero con más calma.
Me sentaría un tiempo más largo a escuchar a mis abuelos. Les haría más preguntas, indagaría los detalles de sus historias. No buscaría tanto llamar la atención, más bien ser un oyente más curioso de su memorias.
Viajo en el tiempo y me gustaria sentarme otro poco más en la sala de mis abuelos, junto con todos los demás: tíos, primos y conocidos. Reir, celebrar juntos ese instante único, mágico, irrepetible, de mi infancia tangible ante sus ojos, cansados pero sinceros.
Las salas modernas, elegantes, con diseños novedosos, costosas, llamativas...¿De qué sirven si nadie las habita? ¿De que sirve un asiento vacío que no tiene personas que sean testigos de aventuras, delirios, sueños y dolores? ¿De que sirven las casas grandes sin familias? ¿Los espacios cómodos sin narradores, conversadores, distintos personajes del afecto del alma?
No son los objetos que hacen una casa. Son las personas, las de carne y hueso, las que podemos ver, oler, sentir y compartir una estruendosa carcajada, luego de escuchar un hilarante recuerdo. Sentados juntos, cerca a la chimenea, en una noche de navidad. Compartimos. Vivimos juntos. Lloramos. Nos damos la oportunidad de ser inoportunos, el uno al otro, con comentarios, a veces tontos.
Pero estamos siendo testigos mutuos de nuestras vidas, en la sala, o en el comedor, comiendo algo delicioso, algo que solo la abuela sabe preparar. Algo en cuyas manos, con un arte singular, nos conquista el alma a través del gusto. Queda sellado como un tatuaje en nuestra mente, olores que años más tarde podemos recordar, en momentos sagrados, por un segundo tal vez, sea suficiente.
Si pudiese retroceder el tiempo me sentaría a la mesa de nuevo, con mis abuelos, padres y tíos. Sentiría el calor de un chocolate caliente que humea, un trozo de queso que se derrite en su interior. Escucharía las risas de nuevo, jugando cartas, escuchando las historias de siempre, los chistes viejos una y otra vez. Esas historias graciosas que hacen que te duela el estómago. Valdría la pena. Y ya no tendría tanta prisa. Ya no saldría corriendo. Escucharía con más atención y haría otras preguntas más.
Si pudiese viajar en el tiempo volvería a ese lugar, a esa sala vieja, pero llena de gente. Solo que lo haría con mas calma.
domingo, 4 de enero de 2015
Aún puedes ser feliz
Aún puedes ser feliz...pero no a la manera como algunos te han vendido la idea de felicidad. Porque primero debes preguntarte ¿Qué es la felicidad? ¿Ambición? ¿Satisfacción? ¿Reconocimiento? ¿Dinero? ¿Aceptación? ¿Una vida fácil y sin esfuerzo? ¿Ser el protagonista de una postal paradisiaca? Hay que reorganizar las ideas que se alojan en nuestra cabeza. Tal vez existan sueños arraigados en nuestra mente, que ya caducaron, que no tienen sentido, que fueron heredados, o simplemente eran ajenos y en algún momento los apropiamos como nuestros, pero que hoy día carecen de significado o sentido. Son sueños parásitos, inquilinos ocultos que ya no justifican su permanencia en la bodega de los anhelos que residen en nuestro interior.
¿Qué te hace feliz hoy? Cada día cambiamos. Cada hora envejecemos. Cada minuto estamos evolucionando. No somos los mismos de ayer. ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué es lo que necesito? ¿Cuántos anhelos están apoyados en caprichos egoístas? Hemos sentido ese vacío cuando obtenemos algo que quisimos con todas nuestras fuerzas, para descubrir que no era gran cosa. Es porque confundimos los ideales con las idealizaciones. Los anhelos con las obsesiones. Nos comparamos y ahora más que nunca estamos expuestos, y siendo testigos permanentes de lo que sucede, en apariencia, con la vida de los demás. Creemos que debemos llenar una medida. Creemos que no nos podemos quedar atrás.
"Yo también necesito tomarme una selfie con la Torre Eiffel de fondo". Pensamos que es indispensable en nuestro registro fotográfico. ¿Y...a quién le importa? Porque ahora estamos todos conectados con las redes sociales, las cuales, paradójicamente son la mejor apología de la soledad. Deberían llamarse las redes solitarias. Vemos fotos, de personas que nos comparten su felicidad y nos recuerdan que de algún modo, algo nos falta para completar el rompecabezas de la nuestra. Tonterias. ¿Qué te hace feliz? Eres único. No necesitas que una cámara registre tu vida. Como un reality largo, del cual debemos dar registro...¿a quienes? A los otros...los que nos miran desde otra pantalla. ¿Qué mas da?
Aún puedes ser feliz. Y no necesitas comprar fórmulas mágicas al charlatán de turno. ¿Algo te obsesiona? Si algo te obsesiona eso no te hará feliz. Las obsesiones te enferman, te esclavizan, te humillan. Roban lo mejor de tí para un objetivo que al fin de cuentas de deja vacío. Las idealizaciones son espejismos. Son ideas que tu añades a la realidad, para hacerla más aceptable, más llevadera, más placentera. La realidad es a veces, un poco amarga al paladar. La realidad no siempre es algo que todos quieran. Es mas atrayente el engaño. La mentira es como una droga que adormece y esclaviza. Es mas fácil caminar entontecido, embriagado con las falsas ilusiones, que poder caminar con los pies en la fria realidad.
¿Qué quieres comprar con tu dinero? ¿La felicidad? ¿Puedes comprar el amor? Tal vez puedes comprar voluntades. Buenas actuaciones de personas que pueden fingir amarte, pero al fin de cuentas solo será eso: una muy buena actuación. El amor genuino no necesita que le endoses un cheque. El amor verdadero no surge de una transacción comercial. A menos que ese sea tu objetivo en la vida. Al fin de cuentas es tu decisión. Es tu decisión estar embriagado o en las drogas. Es tu decisión ser un promiscuo. Es tu decisión pero no pretendas fingir que eres feliz. Húndete en el fango pero no arrastres a los demás contigo. Aún puedes ser feliz. Ser esclavo no lo es. Porque la felicidad está en ser libre. Algunos dirán: soy libre de escoger ser un esclavo. Sí claro. Es tu decisión. Has escogido ser un infeliz y eso también es respetable.
Para los que sin embargo quieren la felicidad, entonces no corras tan lejos.Como si la felicidad estuviese en un lugar remoto. En realidad, está muy cerca. Aprende a escuchar. Cálmate. No corras ansiosamente. ¿Cuál es la prisa? ¿Necesitas dinero? No dejes que las cifras y las cuentas te hagan perder la percepción de la realidad. Calla por un instante. Hemos idealizado personas, hemos idealizado ideologías. Nos hemos obsesionado con lugares, trabajos, objetivos que hoy ya carecen de sentido alguno. Están vacíos. Se te olvidó lo que te hacía feliz porque perdiste la sensibilidad. ¿Comes a toda prisa? Disfruta ese trozo de comida. No te limites a sobrevivir.
Siente. Siente el agua fría que recorre tu garganta en ese día caluroso. Oye. Oye y escucha a esa persona que quiere contarte algo. Tal vez no sea la mejor historia, pero esfuérzate por prestar atención. Porque tú también puedes hacer feliz a otra persona. Gran parte de nuestras infelicidades están en nuestro egoísmo. Estamos tan obsesionados con nuestra felicidad, que no hacemos felices a nadie. ¿Son parte de una escenografía? ¿Son los extras en la película de nuestra vida? Porque en realidad, al perder la sensibilidad, no reconocemos al que está al lado nuestro. ¿Qué sucede en la vida de ellos? ¿Sufren? ¿Lloran? ¿Rien? ¿Son felices? Cuantas veces tenemos la llave de la felicidad de alguien y preferimos guardarla. Somos infelices porque no ayudamos a otros. Y a veces, se trata de algo sencillo. Un saludo, un abrazo, una sonrisa...hacen la diferencia.
Aún puedes ser feliz y no necesitas tantas cosas. Cuando soltamos nos liberamos de cargas. Mientras menos necesitas, eres menos esclavo. Depender de algo, es llevar una carga a nuestras espaldas. Si sueltas, te liberas, aligeras la carga, el camino se hace llevadero. Si piensas como un necesitado, ese será tu derrotero: la mentalidad del mendigo. Si piensas como una persona dadivosa, que no tiene apegos, entonces tu destino será cada vez más asombroso. Serás indispensable, serás un ser humano valioso, alguien necesario en este mundo atribulado. No necesitas ser otra persona, sé tu mismo. Hoy calla y escucha el silencio. Busca las respuestas en tu interior. ¿A qué estas aferrado? Si agarras con tanta fuerza aquello que crees te hace feliz, demuestras que no confías. Que estás atemorizado. Te aferras con tanta fuerza a la vida, y la vida misma algún día te dejará ir. Entonces reconoce con humildad que no puedes. Que no puedes prolongar tu vida ni un solo segundo. Que tus días están contados. Y no como una sentencia, sino como un acto de realidad, de sencillez.
¿Preocupado? ¿Para qué? La tierra no deja de girar. Los aviones no se sostienen por la preocupación de sus pasajeros. Hay principios que rigen el universo. Y la preocupación no hace parte de las leyes de la física ni la química. En conclusión no sirve de nada. Decide entonces ser feliz, responsablemente feliz. Irresistiblemente feliz, aunque alguno que otro amargado no resista ver tu sonrisa. No hagas cara de amargado, para encajar entre los amargados. No opaques tu rostro, cuando el día esté opacado. La lluvia no tiene porque doblegar tu felicidad. Entonces, canta bajo la lluvia.
¿Es fácil? No. Y así es mejor. Porque aquello que representa esfuerzo al final te da un sentido de logro. Hay muchos infelices que lo son, porque su vida no ha tenido desafío alguno. Muchos niños, que lo han tenido todo, a quienes no les negaron ningún capricho, son los futuros infelices, vaciós, frustrados del mañana, porque su vida careció de retos, de aventuras, de algo que les diera una razón de ser. No busques la felicidad en la frivolidad del facilismo. Es algo que al final te llenará de tedio e insatisfacción.
Entretenimiento no es felicidad, es distracción. Es postergar un poco la realidad. No está mal un poco de entretenimiento, pero para algunos es una enfermiza obsesión. Como una droga. Adictos por el entretenimiento. Distraídos. Solo postergamos nuestro propósito. Puedes divertirte, pero se te puede pasar la vida entera entretenido, distraído, viviendo una vida inútil.
Tu decides lo que quieres hacer, aún puedes ser feliz. O si lo prefieres, dejarte arrastrar por la infelicidad. Y la infelicidad no requiere esfuerzo alguno, solo es dejarte llevar por la corriente. Es no esforzarte, es querer ser del montón. Es conformarse y resignarse.
Hoy decide esforzarte por ser feliz. Claro está, si tu así lo has decidido. Un paso a la vez. Siendo sensible a las palabras que te pueden levantar y omitiendo aquellas que son tan solo basura. Porque las buenas palabras te puede reconfortar. Los buenos libros te ayudan a elevar tu espíritu. Las buenas conversaciones estimulan tu mente, tu intelecto, tu alma. Los chismes y las quejas solo ensombrecen tu carácter, te amargan el día. Rodéate de buenos libros, pero también de buenos amigos. Son ellos los que pelean contigo la batalla. Los que te ayudan a caminar cuando estás extenuado. Rodéate de palabras positivas, amigos valiosos y libros buenos. Desecha aquello que no te sirve. Aprende a distinguir la basura de los tesoros.
La oportunidad llama a tu puerta. Hoy es un nuevo día. No sabes si mañana estarás con vida. Pero hoy, te digo, que vale la pena intentarlo. Una vez más. Otro respiro más. Otro pensamiento que te llevará a tu meta.
Amigo, amiga: no se si algún día logres tus objetivos, no sé si algún día conquistes tus sueños. Pero por lo menos déjame saber que lo intentaste, que diste lo mejor, que diste todo el esfuerzo y que no te guardaste nada, que no desperdiciaste energía que luego ya no puedes recuperar. Que lo intentaste y corriste tu propia carrera.Que superaste tu propia marca. Tu conciencia limpia, tranquila, llena de paz, podrá decir: lo intenté y lo logré. No por los resultados solamente, sino por aquella persona que hiciste de ti misma por haberlo intentado. Te darás cuenta que habrá valido la pena. Entonces la felicidad te abrumará y podrás descansar de tu largo camino.
jueves, 1 de enero de 2015
Amanece...
Amanece
y estás despierto en otro año. SIn pedirlo, sin solicitarlo, sin
embargo, la vida te da otra oportunidad. Podría ser otro día mas, como
cualquiera. O podría ser el inicio de una nueva aventura. La vida tiene
muchos finales pero también nuevos inicios, y los inicios son la
oportunidad para llenarnos de ideales, de proponer cosas diferentes, de
crear, de planear, de saber que podemos hacer las cosas de otra manera.
La sombra del fracaso es tan solo eso, un espejismo que quedo anclado en los sucesos del año anterior. Un año que, como cualquiera, tiene altibajos, impases, tristezas y alegrías. Pero cuando pasas la página del año anterior, está en tus manos hacer que el siguiente sea algo diferente. No porque las constelaciones así lo dictaminen, sino porque tú así lo has decidido. Pues son las decisiones, las que sin lugar a dudas, nos van trazando la ruta, una ruta con mucha incertidumbre, por nuestra propia realidad humana: somos seres débiles, no conocemos el futuro. Pero lo podemos intuir, lo podemos proyectar y le podemos inyectar esperanza.
No sabemos que depara el mañana. Por experiencia, ya sabemos, que vamos a pasar por situaciones difíciles, por dificultades, sentiremos en ocasiones desmayar. Ya tenemos la experiencia de saber que esta vida en sí misma es lo suficientemente complicada, para que los "buenos deseos de la publicidad" nos lleguen a confundir. Bueno, a algunos sí. Algunos bolsillos vacíos sí. Pero el caminante experimentado sabe que sus pies sentirán eventualmente las espinas, pero tambíen ha escuchado el silencio de un bosque lleno de hojas secas.
La esperanza nos dice, sin embargo, que a pesar del mal hay noticias buenas que se esconden tras las nubes oscuras. La esperanza nos llama, susurrándonos en medio del ruido de la ciudad caótica, que un nuevo día viene. Las sombras del temor quedaron ancladas al año anterior, pero tú decides si te quedas anclado también. El caminante experimentado, el caminante de mil batallas, sabe que debe apresurar su paso. Amanece, recoge su lecho y sigue su travesía. Sabe que su destino está hacia adelante y que es necesario levantarse, no quedarse postrado. Tal vez sus piernas están cansadas, pero no es su cuerpo quien lo lleva únicamente sino el anhelo que palpita vivo dentro de su corazón. Es el sueño de que mañana será un dia mejor. Que mañana habrá esperanza para la humanidad.
El caminante experimentado, aquel que no ha bajado su mirada, solo para evadir las rocas y las trampas del camino, quien se ha trazado una ruta (o las rutas que sean necesarias) para llegar a su destino final. Este caminante, no se rinde tan fácil, lucha hasta el fin.
Amanece de nuevo, luego de dormir bajo el arrullo de la brisa en medio del bosque, bajo el gran árbol que se mece tranquilamente. Algunas hojas caen sobre mi rostro. Me despiertan junto con la luz que atraviesa las copas de los árboles. Los pajarillos madrugaron a buscar su provisión. Yo tan solo me levanto, bebo agua, recojo mi mochila y avanzo por el sendero.
Es otro día.
La sombra del fracaso es tan solo eso, un espejismo que quedo anclado en los sucesos del año anterior. Un año que, como cualquiera, tiene altibajos, impases, tristezas y alegrías. Pero cuando pasas la página del año anterior, está en tus manos hacer que el siguiente sea algo diferente. No porque las constelaciones así lo dictaminen, sino porque tú así lo has decidido. Pues son las decisiones, las que sin lugar a dudas, nos van trazando la ruta, una ruta con mucha incertidumbre, por nuestra propia realidad humana: somos seres débiles, no conocemos el futuro. Pero lo podemos intuir, lo podemos proyectar y le podemos inyectar esperanza.
No sabemos que depara el mañana. Por experiencia, ya sabemos, que vamos a pasar por situaciones difíciles, por dificultades, sentiremos en ocasiones desmayar. Ya tenemos la experiencia de saber que esta vida en sí misma es lo suficientemente complicada, para que los "buenos deseos de la publicidad" nos lleguen a confundir. Bueno, a algunos sí. Algunos bolsillos vacíos sí. Pero el caminante experimentado sabe que sus pies sentirán eventualmente las espinas, pero tambíen ha escuchado el silencio de un bosque lleno de hojas secas.
La esperanza nos dice, sin embargo, que a pesar del mal hay noticias buenas que se esconden tras las nubes oscuras. La esperanza nos llama, susurrándonos en medio del ruido de la ciudad caótica, que un nuevo día viene. Las sombras del temor quedaron ancladas al año anterior, pero tú decides si te quedas anclado también. El caminante experimentado, el caminante de mil batallas, sabe que debe apresurar su paso. Amanece, recoge su lecho y sigue su travesía. Sabe que su destino está hacia adelante y que es necesario levantarse, no quedarse postrado. Tal vez sus piernas están cansadas, pero no es su cuerpo quien lo lleva únicamente sino el anhelo que palpita vivo dentro de su corazón. Es el sueño de que mañana será un dia mejor. Que mañana habrá esperanza para la humanidad.
El caminante experimentado, aquel que no ha bajado su mirada, solo para evadir las rocas y las trampas del camino, quien se ha trazado una ruta (o las rutas que sean necesarias) para llegar a su destino final. Este caminante, no se rinde tan fácil, lucha hasta el fin.
Amanece de nuevo, luego de dormir bajo el arrullo de la brisa en medio del bosque, bajo el gran árbol que se mece tranquilamente. Algunas hojas caen sobre mi rostro. Me despiertan junto con la luz que atraviesa las copas de los árboles. Los pajarillos madrugaron a buscar su provisión. Yo tan solo me levanto, bebo agua, recojo mi mochila y avanzo por el sendero.
Es otro día.
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